Por Katerina Halan, corresponsal del IES Santa Clara de Santander.
El 20 de noviembre de 2013 Víctor Yanukovich, presidente de Ucrania, suspendió la firma del acuerdo de la asociación y el acuerdo del libre comercio con la UE. Al día siguiente comenzaron las protestas, inicialmente llevadas por estudiantes universitarios, descontentos con la gestión del Partido de las Regiones y los resultados de su política económico-social.
Después de varias semanas seguidas de protestas crearon el Euromaidán, en Kiev, en la Plaza de la Independencia, donde se reunían todos los manifestantes y donde día y noche permanecía la gente por su país. Al cabo de tres meses empezó a haber problemas, había personas que desaparecían sin dejar rastro, y cuando se sabía algo de ellas era que estaban en mal estado o muertas. El día 19 de febrero murieron más de un centenar de personas por los enfrentamientos con la policía, todos jóvenes con una vida por delante como es el caso de un joven de 17 años y otro a pocos días de su boda. Después de aquella tragedia hicieron una recaudación para todas las familias de los muertos y se puede decir que de alguna manera los manifestantes, junto con los familiares de los fallecidos, se hicieron con el gobierno y con la plaza. Más tarde, Víctor Yanukovich escapó de Ucrania.
Actualmente, Vladimir Putin tiene a sus tropas en la península del este de Ucrania, Crimea, con la intención de separar a Ucrania y quedarse ¿con ellos? Mientras tanto, muchos ucranianos que habitan en otros países protestan para que Putin no se meta en los asuntos del país. Hasta ahora se están ocupando del tema de Crimea; mientras, contamos con el gran apoyo de muchos países y con la esperanza de conseguir la paz y la victoria que, como muchos dicen “Somos más fuertes porque Dios está con nosotros”.
El silencio tapaba las lágrimas de los habitantes de Ucrania, personas que rezaban por su país y pensaban en el futuro de sus hijos. Personas inocentes que se preguntaban si algún día podrían salir a la calle y sonreír al ver las calles curadas, los caminos perfectos y un hospital que cure. Todas aquellas personas sufrían en silencio hasta que llegó el día de demostrar lo que en verdad sentían. Y después de tantos años aquella gente no tenía esperanza, hasta que se dieron cuenta que ellos eran los únicos que podrían cambiar el país, y a pesar de las consecuencias se arriesgaron y demostraron que no solo tenían valentía y coraje sino también sentimientos y un corazón que cura. Y, hasta el día de hoy, estos manifestantes siguen luchando para poder volver a sonreír después de tanto tiempo.
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