Periodistas asistentes a la fundación de la FAPE, en 1922, durante la recepción ofrecida por el Ayuntamiento de Santander
La fundación en Santander de la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España, FAPE, en 1922, supone un reconocimiento a la madurez corporativa de la Asociación de la Prensa de Cantabria nacida ocho años antes. La primera Asociación de Prensa creada en España y que recogen las crónicas es la Liga de la Prensa Malagueña creada el 16 de mayo de 1877. Paulatinamente fueron surgiendo en otras ciudades españolas agrupaciones de periodistas, pero la precariedad de medios con que contaban y las dificultades de organizarse de forma federada, determinaba la constante aparición y desaparición de las mismas y continuas constituciones y reconstituciones que hacían difícil su funcionamiento. A partir del segundo cuarto de siglo este estado de cosas iría cambiando y las diversas asocaciones de periodistas fueron alcanzando cotas de mayor estabilidad.
La aportación cántabra a la labor asociativa periodística anterior a la creación de la Asociación de la Prensa de Cantabria viene determinada por dos santanderinos, hoy prácticamente olvidados, que tuvieron papel de honor en la vida corporativa del periodismo español e internacional.
Uno de ellos, Federico Moja Bolívar (Santander, 1842 - Málaga, 1897), siendo director del diario Las Noticias de la capital malacitana, tuvo la idea de fundar una de las primeras Asociaciones de la Prensa en España, hacia el año 1884. Esta agrupación nació de la necesidad de combatir los excesos que asolaban la prensa en esa época. A tal grado de violencias personales llegaron algunos órganos periodísticos en nuestro país en el último tercio del siglo XIX, con un periodismo político dominado por la insolidaridad individual, la parvedad económica de sus servidores y unas formas tan agresivas de lenguaje que a menudo derivaban en duelo. Para combatir dichas actitudes se creó la Asociación impulsada por el director de Las Noticias, pero el desánimo cundió pronto entre sus miembros desapareciendo a los pocos meses. El otro importante periodista de Cantabria, con un papel relevante en el desarrollo del asociacionismo de la profesión periodística, fue José María Alonso de Beraza (Santander, 1831-Madrid, 1901). En el I Congreso Internacional de Prensa, celebrado en Amberes en 1894 y al que acudieron más de doscientos cincuenta periodistas de todo el mundo, Alonso de Beraza se distinguió con relieve al presidir su primera sesión.
Al margen de avatares políticos que pudieran influir en las redacciones de los periódicos, los periodistas españoles asociados o no en sus respectivas provincias tenían dos problemas comunes que demandaban la necesidad de organizarse gremialmente: la ausencia de prestaciones sociales y la precariedad económica.
El periodismo, considerado un oficio intelectual complementario, estaba conceptuado como una aportación idealista más que como una actividad laboral. El intrusismo de los colaboradores gratuitos y la arbitrariedad con la que los empresarios periodísticos fijaban los salarios hacían difícil el ejercicio de la información como profesión única.
El panorama de la prensa cántabra en la época en que se celebró la Asamblea de 1922 queda fielmente reflejado en una descripción de José del Río: "Entonces se trabajaba sin descanso día y noche. Había que hacerlo todo a punta de pluma: artículo de fondo, crítica de teatro, sesiones comentadas del Ayuntamiento, crónicas de la Liga de Contribuyentes, a la que había que asistir, reseñas de toros, sucesos y, para descanso, las informaciones telegráficas que había que hinchar desmesuradamente. El uso del revólver era una necesidad en muchos casos". Santander tenía a la sazón cuatro diarios: La Atalaya, fundado en 1893 con una tirada de 4.000 ejemplares y cuatro páginas; El Cantábrico, fundado en 1895 con 6.000 ejemplares de tirada y cuatro u ocho páginas, según los días; El Diario Montañés, fundado en 1902 que tiraba 4.000 ejemplares y cuatro páginas. El más moderno cronológicamente era El Pueblo Cántabro, fundado en 1914 y con 4.000 ejemplares diarios de tirada. La totalidad de la tirada de los cuatro diarios era de 18.000 ejemplares diarios. Actualmente la media de difusión diaria de los periódicos que se editan en la región se acerca a los 40.000 ejemplares
Además de los periódicos diarios de la capital, en la provincia existían distintas publicaciones con una cierta periodicidad en su aparición. Era el caso de la Defensa Agraria en Camargo, Flaviobriga y La Ilustración del Clero en Castro Urdiales, La Voz de Liébana en Potes y El Impulsor y El Liberal Montañés en Torrelavega.
Primera página de El Cantábrico saludando el inicio del veraneo real en el mismo año, 1914, en que se creó la Asociación de la Prensa de Cantabria
En total existían 21 publicaciones, de las que 14 se editaban en la capital y 7 en el resto de la provincia. Constaba ésta a la sazón con 340.788 habitantes y Santander con 69.068 (hoy la población de Cantabria supera el medio millón y la de Santander se acerca a los 200.000 habitantes). La densidad de la prensa periódica en la entonces provincia de Santander era de 16.228 habitantes por periódico, ocupando el número 23 respecto a las demás provincias españolas. La misma densidad aplicada a la capital era de 4.933 habitantes por periódico, ocupando el número 46 en relación a las demás capitales de provincia españolas. A las estimaciones cuantitativas de la lectura de prensa diaria en Cantabria hay que añadirle de forma estimativa el seguimiento informativo de las publicaciones nacionales durante la estación veraniega. Hasta tal punto se daba este hecho que había periódicos de Madrid que dedicaban páginas especiales a las más famosas ciudades de veraneo, entre las que se encontraba Santander. La capital cántabra contaba con cronistas especiales para cubrir las carreras del hipódromo de Bellavista, las polémicas de Gómez Carrillo y Wenceslao Fernández Florez, las tardes de " té dansant" en el Hotel Real, las actividades del Gran Casino y la vida de la Familia Real que veraneaba en el Palacio de la Magdalena recibiendo a cortesanos, aristócratas y políticos.
A pesar de la abundancia de información que generaba la capital cántabra, los periódicos contaban con redacciones poco numerosas. Respecto a la inveterada ausencia que algunos periodistas ejercían a la hora del trabajo, José del Río describe la situación de la siguiente manera: "Podía encontrárseles en cualquier sitio que no fuera la sala de redacción, en torno a una mesa larga llena de periódicos donde cada uno tenía su asiento; mesa llena de tazas de café servido por el cafetín más próximo, y de frascos de goma y largas tijeras, elementos imprescindibles para suplir la escasez de "material" informativo".